“Muerte y Resurrección” de la Lic. María Pérez:

Un Análisis Psicológico[1]

Angel Enrique Pacheco, Ph.D.

Psicólogo Clínico


Resumen

Este trabajo es un estudio analítico, en la tradición fenomenológica, de las circunstancias asociadas a la publicación en un diario de la esquela mortuoria de una persona.  Se analizan las los hechos y las posibles interacciones y se infiere el tipo de personalidad requerido para la realización de un acto de esta naturaleza, concluyendo con diagnósticos probables de personalidad narcisista (DSM-IV: 301.81) y/o de personalidad antisocial (DSM-IV: 301-7), según el Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, Cuarta Edición (DSM-IV), de la American Psychiatric Association (1994).  Adicionalmente, se emiten  recomendaciones clínicas relevantes tanto para la víctima como para el victimario.

 

Abstract

This paper is an analytical study, in the phenomenological tradition, of the circumstances associated with the publication in a newspaper of the obituary of a person.  The events and the possible interactions are analyzed and an inference is made on the type of personality required to do this kind of an act, concluding with probable diagnoses of narcissist personality (DSM-IV: 301.81), and/or antisocial personality (DSM-IV: 301-7), according to the Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, Fourth Edition (DSM-IV), by the American Psychiatric Association (1994).  Additionally, relevant clinical recommendations are made for the victim as well as for the victimizer.


“Muerte y Resurrección” de la Lic. María Pérez[2]:

Un Análisis Psicológico

La anunciada crónica de la muerte de la licenciada María Altagracia Pérez Guzmán apareció hace algún tiempo, de la manera usual y propia para este tipo de publicación, en un renombrado diario de un país latinoamericano.  Por aclaraciones posteriores publicadas en el mismo diario tanto por la licenciada Pérez como por la redacción del periódico, se reportó que fue víctima de una “broma de mal gusto”.  Es importante hacer notar, sin embargo, que ambas aclaraciones no indicaron el motivo por el cual este suceso pudo presumible o realmente ocurrir y tampoco hicieron referencia a ninguna persona en particular como la causante de este predicamento, a pesar de que como se señaló, estaba disponible su identificación en la oficinas del periódico.

El ver una esquela mortuoria acompañada de una fotografía y de datos familiares aparentemente correctos debe haberle producido un fuerte impacto emocional a la licenciada Pérez, así como a sus familiares, seres queridos y relacionados, cuya magnitud y consecuencias solamente ellos y el tiempo podrán juzgar.

Hasta aquí los datos objetivos, por lo que a partir de este punto lo que sigue es solamente una investigación intelectual en la tradición de la psicología fenomenológica.  Como ejercicio mental, su principal característica es que no está el presente análisis sujeto al rigor de la realidad del evento ocurrido, ni sus considerandos y conclusiones tienen que conformar o estar relacionados de manera directa al caso que le dio origen.  Hechos estos aclarandos imprescindibles, procedemos con el análisis psicológico.

El pensar en el impacto sufrido por la noticia de la esquela mortuoria produce una reacción inicial la cual rápidamente da paso a interrogantes que probablemente no tendrán jamás respuesta o confirmación.  ¿Cuáles serían las circunstancias que llevaron a consumar este hecho?  ¿Qué entidad nosológica o tipo de personalidad explicaría esta cadena conductual de eventos?  ¿Qué recomendaciones clínicas serían pertinentes?  Estas interrogantes constituyen el punto de partida del análisis a ser desarrollado en el presente estudio.

Un análisis superficial de los hechos hace plantear como plausibles las siguientes consideraciones o hipótesis de trabajo:  (a) aparenta existir o haber existido algún tipo de relación o de interacción entre la víctima y el victimario y, de ser así, en la relación aparenta existir todavía una balanza de poder o de diferencia importante de roles o clases sociales entre las partes envueltas; (b) el victimario aparenta haber sido contradicho en sus aspiraciones o designios, directa o indirectamente, por la víctima; y (c) el victimario debe tener un tipo de personalidad en cuyo repertorio existan patrones conductuales en consonancia con el comportamiento evidenciado.

La inferencia acerca de la relación víctima-victimario se hace evidente por la aparente profundidad del conocimiento del último sobre la primera.  La esquela mortuoria incluye una fotografía de la víctima y toda una relación de nombres de parientes que aparentan ser correctos, pues no han sido desmentidos públicamente.  El hecho de que la víctima no hizo referencia en sus avisos autorizados a la autoría y circunstancias del evento hace pensar en la posibilidad de que una denuncia de esta naturaleza, de ser emprendida por la víctima, podría tener una consecuencia costosa en lo emocional, físico, social o laboral para la víctima, a cargo del mismo victimario o de sus asociados o relacionados.  Por tanto, asumimos la desigual balanza de poder.

En la fotografía publicada tanto por el victimario como por la redacción del periódico, la víctima luce ser una mujer joven y de agraciada apariencia y la publicación de su nombre corresponde a una soltera.  Adicionalmente, en ningún caso se hizo referencia a cónyuge o hijos.  Su condición de profesional junto a las dotes ya mencionadas la califican como una posible excelente compañera para cualquier hombre, cualidades éstas que pueden haberla hecho el objeto, apropiado o no, de los designios del victimario.

El publicar la muerte de otra persona implica un acto de desquite o venganza que viene de alguna forma a desagraviar una ofensa consciente o inconsciente causada por la víctima al victimario.  Constituye, a todas luces, un acto simbólico de agresión máxima por parte del victimario, consistente en la destrucción deseada de la vida o existencia misma del oponente.

Dado que la publicación de la muerte de otro ser humano que no ha muerto, como forma de compensar daños causados o inferidos, no es un evento común en nuestra sociedad ni en las demás sociedades civilizadas, pensamos en que esta conducta debe estar originada o cuando menos instigada por una forma de pensar o actuar caracterizada por una desviación significativa de lo que constituye la moda y moral social generalmente aceptada.

En sentido general, la conducta anormal o psicopatológica se refiere a un déficit o a un exceso de una conducta usualmente adaptiva o apropiada.  La conducta arriba descrita debe provenir, por tanto, más que de una persona padeciendo de una entidad nosológica, de un individuo cuya personalidad es desviada en función de las normas y costumbres de nuestras sociedades.  Adicionalmente, que por la naturaleza del evento y en base a lo limitado de la información de que disponemos, el disturbio que presenta es muy probablemente el de una personalidad narcisista (DSM-IV: 301.81) y/o de una personalidad antisocial (DSM-IV: 301.7), según están definidos estos diagnósticos por el Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, Cuarta Edición (DSM-IV), de la Asociación Psiquiátrica Norteamericana (1994).  El diagnóstico diferencial y preciso requiere de mayores datos clínicos, no disponibles en este momento.

Una vez analizado este caso de “homicidio vicario”, así como sus probables o posibles ramificaciones, conviene enfocar la disposición del mismo desde el punto de vista clínico.  La personalidad es el conjunto de cualidades o atributos más o menos permanentes y que caracterizan a un individuo.  Por tanto, lograr cambiar o modificar conductas y patrones de comportamiento arraigados por la fuerza de la costumbre impuesta a través del tiempo, esto es, conductas reforzadas positivamente, aunque sean objetalmente inapropiadas, constituye una tarea difícil pero no imposible, particularmente si se consulta a un especialista en la materia y se emplean técnicas terapéuticas adecuadas.

Por el alto nivel de agresividad evidenciada, aunque velada, sería recomendable para el victimario el entrar en un proceso psicoterapéutico intensivo que le ayude a la brevedad posible a ventilar sus emociones y pensamientos de manera apropiada socialmente y que le ayude además a modificar de manera objetiva y efectiva sus conductas inadecuadas.  Si el victimario asiste de manera asidua y por suficiente tiempo a su psicoterapia y la misma es exitosa, esto le ayudará a sentirse mejor y muy probablemente emitirá una tasa menor de conductas socialmente inapropiadas.  Debido a su conducta impulsiva y de agresividad manifiesta, concomitante a este proceso psicoterapéutico sería importante también el descartar la posibilidad de una causa o lesión orgánica, estructural o funcional, mediante estudios neurológicos apropiados.

En cuanto a la víctima, una vez rescatada de la “muerte”, realmente ignominiosa por haber sido causada de un plumazo, deberá ella misma decidir la magnitud del daño producido, tanto psicológico como legal y proceder a asegurar la ayuda profesional que según ella mejor considere que lo ameritan sus circunstancias.


Referencia

American Psychiatric Association (1994).  Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, Cuarta Edición (DSM-IV).  Washington, D.C.: Autor.



[1] Pacheco, A. E. (1996d).  ‘Muerte y resurrección’ de la Lic. María Pérez: Un análisis psicológico.  Revista Dominicana de Psiquiatría, 8(1), 43-44.

Correspondencia acerca de este artículo debe ser dirigida a Angel Enrique Pacheco, Ph.D., Instituto Dr. Pacheco de Psicología (IDPP), Edificio Profesional Clínica Dr. Abel González, Avenida Independencia 105, Santo Domingo, República Dominicana.  Teléfono 809-686-6666, Fax 809-686-2222, E-Mail apacheco@idpp.org e Internet http://www.idpp.org/.

 

© 1996 Angel Enrique Pacheco, Ph.D.  Todos los Derechos Reservados.

[2] El nombre y algunos de los detalles han sido cambiados para proteger la confidencialidad.